viernes, 17 de diciembre de 2010

Mi primera foto, mi primer positivado y mi primera moto.

Facultat de Ciències de la Comunicació de la UAB amb Cagiva AlaVerde 250cc. Finals d'hivern del '98.
También era el primer curso de mi primera carrera. Desgraciadamente no era el primero de la clase. Me hubiera gustado serlo, pero entonces no lo sabía. Como tampoco sabía que la asignatura troncal de 5 créditos de Introducción a la Fotografía iba a cambiar mi forma de ver el mundo.

Solo se trataba de enfocar con el aro correspondiente, seleccionar una apertura y una velocidad que al fotómetro de la cámara le pareciera bien y disparar. De momento ya servía. Servía para obtener una imagen como la de arriba, sin detalle en las sombras y con el cielo reventado por culpa de un excesivo contraste. Claro que el positivado y el escaneado también ayudan... Sabiendo lo que sé ahora, ya os digo que se acerca al milagro que no esté ni trepidada ni desenfocada. Después ya vendrían los barridos, las estelas, el sistema de zonas y la profundidad de campo.

Estas prácticas eran divertidas a matar. Te dejaban una Nikon FM1 con un 50mm, un maquinón de esos que tanto servían para fotografiar el Beirut de los '80 como para clavar todos los clavos que hay en el Servicio Estación sin romperse, y compartiéndola entre cuatro te ibas a pasear por el campus a ver qué pillabas. Normalmente gastabas un carrete de Kodak T-Max de 400 ASA, pagado a escote, y el tiempo que sobraba te ibas al bar. Aunque una vez acabé (con permiso) en la azotea de la torre de prácticas del Parque de Bomberos que hay en el campus. Todo tiznado. Antes les dejaban prenderle fuego para hacer prácticas, ahora ya no. (No fué culpa mía, es un tema ecológico, o algo parecido...).

Si manejar más o menos los controles de la cámara ya me parecía como pilotar una nave espacial, el laboratorio fué como entrar en el colegio del Harry Potter. No solo por la magia de ver aflorar la imagen latente sobre una hoja de Ilford RC Multigrade IV mientras agitabas una cubeta (que básicamente era como ver a una Polaroid tomarse un baño) si no también por el mareo-colocón que pillé por hacer el burro con los líquidos. Cosas de la curiosidad inconsciente que gasta uno. Molaba un montón el laboratorio y sus ampliadoras. Más tarde descubriría que la pelicula no se revela sola (lo hacían los encargados del laboratorio de la facultad), que hay que controlar la temperatura de los baños, calcular los tiempos, disoluciones y demás y que cuando manejas película a color las luces de submarino que me permitían encontrar las gafas cuando se me caían las tenías que apagar. Vale que a oscuras unas gafas no sirven de mucho, pero no deja de ser una faena.

De la moto ya hablaré otro día. Al fin y al cabo también se merece unas líneas para ella sola. Esta es la historia de mi primera foto. Una foto que para mi historia es lo que los tejados borrosos y un trozo de cielo que fijó Niepce en albúmina son para la Historia de la Fotografía.

2 comentarios:

  1. Salga como salga, la primera vez nunca se olvida.

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  2. Tienes toda la razón del mundo. Gracias por pasarte por aquí. Un saludo.

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